Álvaro entró en la cocina y sus ojos se fijaron inmediatamente en su madre, Laura, que estaba agachada para coger algo del armario. Sus vaqueros se ceñían perfectamente a su culo y él podía ver la curva de sus generosos pechos por detrás. Sintió un cosquilleo en los pantalones y se acercó a ella con voz baja y ronca.
«Mamá, ¿tienes un minuto?», preguntó sin apartar los ojos de su cuerpo.
Laura se enderezó y se volvió hacia él, con una sonrisa cómplice en los labios mientras observaba el bulto en sus pantalones. «Claro, cariño. ¿Qué necesitas?», preguntó con voz burlona.
De repente, él la agarró por la cintura y la atrajo hacia sí, apretándole el culo con las manos. «Necesito follarte, mamá», dijo con voz ronca y desesperada.
Laura arqueó una ceja, pero no se resistió cuando él la empujó contra la encimera. «¿Ah, sí?», dijo ella, con la respiración entrecortada mientras él frotaba su polla contra ella. «¿Crees que puedes conmigo?».
Álvaro gruñó y la giró, inclinándola sobre la encimera. Le bajó los vaqueros y las bragas, dejando al descubierto su culo y su coño. «Sé que puedo», dijo, dándole unos azotes fuertes. Laura gritó, pero él pudo ver que su coño ya estaba mojado. Un instante después, se bajó la cremallera de los pantalones y sacó la polla, acariciándola varias veces antes de frotar la punta contra los labios húmedos de ella. Laura dejó escapar un pequeño gemido. «Eres un chico muy guarro», bromeó la mujer, empujando el culo hacia él.
«¿Quieres suciedad? Te voy a enseñar lo que es la suciedad. Ahora, cállate y toma mi polla, puta», gruñó Álvaro, embistiéndola con una fuerte embestida. Laura gritó, agarrando la encimera con los dedos. Álvaro empezó a follarla, golpeando su culo con las caderas mientras la penetraba con fuerza.
«Joder, qué estrecha estás», gimió, agarrando con fuerza sus caderas. «Qué coño más estrecho».
Laura gimió, empujando contra él, recibiendo sus embestidas. «Te gusta, ¿verdad?», gimió, sin aliento. «¿Te gusta follar el coño estrecho de tu madre?».
Álvaro gruñó, acelerando el ritmo. «Me encanta», dijo con voz entrecortada. «Me encanta cómo se siente tu coño alrededor de mi polla».
Laura gimió mientras su hijo la penetraba con un deseo animal. «Vamos, entonces», dijo con un gemido bajo. «Fóllame como si fuera en serio».
Álvaro obedeció, moviendo las caderas cada vez más rápido y con más fuerza. La cocina se llenó del sonido de sus carnes chocando, sus gemidos y su respiración entrecortada. El olor del sexo impregnaba el aire.
—¡Joder! —exclamó Laura mientras su hijo la estiraba—. La tienes enorme.
—¿Más grande que la de papá? —preguntó Álvaro con una sonrisa burlona en el rostro mientras la embestía por detrás.
—Oh, Dios, sí. ¡Mucho más grande! Y mucho mejor también. Era cierto. En todos sus años de matrimonio con Antonio, él nunca la había follado así. Era tan crudo. Tan primitivo.
Laura gimió cuando Álvaro aceleró el ritmo, embistiéndola frenéticamente una y otra vez. Álvaro podía sentir cómo se acumulaba el orgasmo, cómo se le tensaban los testículos.
«Joder, me voy a correr», gruñó, agarrando sus caderas con tanta fuerza que casi le hacía daño. «Me voy a correr dentro de tu coño, mamá».
Laura gimió, sintiendo cómo su propio orgasmo la inundaba al oír sus palabras. «Hazlo», dijo, con voz desesperada. «Córrete en mi coño, Álvaro. Lléname. ¡Engríeme! ¡Engríeme a tu madre!».
Con una última y potente embestida, Álvaro se corrió, con la polla palpitando mientras derramaba su semilla dentro de ella. Laura gritó al sentir el semen de su hijo dentro de ella, llenándola. Sabía que hoy era un día arriesgado para tener sexo. Mientras la polla de Álvaro palpitaba una y otra vez, llenándola con más y más de su esperma al rojo vivo, la mujer no pudo evitar sonreír, sabiendo que muy bien podría haberla dejado embarazada. Álvaro se quedó así un momento, con el cuerpo aún temblando por la fuerza del orgasmo, antes de retirarse y dar un paso atrás.
Laura se levantó y se volvió hacia él con una sonrisa de satisfacción en el rostro. «Bueno, eso ha sido... intenso», dijo mientras se subía los vaqueros. Se inclinó hacia Álvaro y dejó que sus labios se encontraran con los de su hijo en un beso profundo.
Después del beso, Álvaro sonrió, guardándose el pene en los pantalones. «Sí, lo fue», respondió con la voz aún ronca. «Repitámoslo alguna vez».
Laura se incorporó de un salto en la cama, desorientada. Sus ojos se movían rápidamente por la habitación a oscuras. No era su cocina. Álvaro no estaba por ninguna parte. Parpadeó varias veces y fijó la mirada en el despertador.
Eran poco más de las cinco de la mañana. El suave ronquido de Antonio, que dormía a su lado, la ayudó a recomponer las piezas y a recuperar por completo la cordura. Había estado durmiendo. Era otro de esos sueños. Los sueños extraños de Laura habían comenzado diez noches antes, justo después de que Álvaro regresara a casa de la universidad para las vacaciones de verano. Ella y Antonio estaban encantados de tener a su hijo de vuelta en casa. Álvaro también parecía emocionado. Era un genio certificado, estudiaba ciencias cognitivas. Según Álvaro, los estudios eran difíciles, incluso para él. A pesar de haberle prometido a su madre que dejaría la universidad en la universidad y disfrutaría de las vacaciones, trajo a casa una maleta llena de papeles y experimentos en los que estaba trabajando. Después de otra advertencia de Laura para que se tomara el verano con calma, los tres se sentaron a cenar juntos por primera vez como una familia y, unas horas más tarde, todos se fueron a la cama.
Fue entonces cuando todo comenzó.
Laura tuvo un sueño muy vívido esa noche, tanto que aún lo recordaba claramente al despertarse a la mañana siguiente. Al principio no tenía nada de obsceno. Durante la primera parte de la noche, su sueño parecía girar en torno a colores simples y ruidos vagos que la rodeaban. Sin embargo, con el tiempo, los colores comenzaron a mezclarse y fusionarse, creando formas y sombras. Los ruidos se hicieron cada vez más definidos. Un mundo comenzó a formarse ante sus ojos.
De repente, los sonidos y los colores tomaron forma, y fue como si una nueva realidad se enfocara para Laura. Miró a su alrededor, contemplando el bosque por el que ella y Álvaro habían estado caminando afanosamente. La luz del sol se filtraba a través del denso dosel, salpicando el sendero con luces y sombras. El aire estaba impregnado del aroma de los pinos y de algo más, un almizcle sutil que parecía emanar de sus poros, un aroma primitivo que le recordaba a Laura que era una mujer. Una mujer sexy y excitada.
En ese momento, vio a Álvaro de pie cerca de un arroyo apartado. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Algo en la imagen de su hijo llenó a la mujer de emoción. Era tan sexy, tan perfecto, pensó para sí misma. El compañero perfecto para divertirse un poco.
Sonriendo, se acercó a donde él la esperaba, con el sonido del agua del arroyo como relajante telón de fondo para los latidos de su corazón.
—Por fin has llegado —sonrió Álvaro.
Laura le devolvió la sonrisa—. Claro que sí.
Álvaro miró hacia el bosque antes de volverse hacia su madre. «Mamá, qué bonito es esto», comentó Álvaro con voz grave mientras la miraba con ojos hambrientos.
Laura lo miró a los ojos, con una sonrisa pícara que delataba los pensamientos que bailaban en su mente. «Sí, ¿verdad?», respondió. «Pero ¿sabes qué es aún más bonito?».
«¿Qué?», preguntó él con una sonrisa cómplice.
Laura se acercó más, presionando su cuerpo contra el de él. «Tú», susurró, rodeando su cintura con las manos y atrayéndolo hacia sí en un fuerte abrazo. Álvaro podía sentir sus pechos presionados contra su pecho y sus caderas contra su entrepierna. Ya estaba duro, con la polla tensándose contra los vaqueros, y Laura no pasó por alto la sensación. Se frotó contra él, dejando escapar un suave gemido.
«Joder, mamá», gimió Álvaro, apretándole el culo y acercándola aún más. «¿Sientes eso? Eso es lo que me haces».
Laura se inclinó y le susurró seductoramente al oído: «Sé lo que te hago, Álvaro. He visto cómo me miras». Se apartó ligeramente y lo miró fijamente a los ojos. «Y me gusta».
Con eso, se arrodilló, con las manos ya trabajando en su cinturón. Álvaro contuvo el aliento mientras la veía desabrocharle los pantalones. Su polla palpitaba con anticipación. Ella se la sacó, y su longitud quedó libre, ya brillante en la punta. Laura lo miró, con una sonrisa pícara en el rostro.
«Eres mucho más grande que tu padre», comentó, dándole unas cuantas caricias lentas y firmes. «Llevo tanto tiempo necesitando una polla de verdad».
Al instante siguiente, se la metió en la boca, abriendo bien los labios para acomodar su grosor. Su lengua trabajó su miembro y la mujer dejó escapar un gemido mientras se hundía en su hijo.
«Oh, joder», gimió Álvaro, echando la cabeza hacia atrás y enredando las manos en el pelo de ella. Laura empezó a mover la cabeza, trabajando con su boca con maestría, mientras su mano agarraba la base del miembro y lo acariciaba y retorcía al ritmo de sus movimientos. El sonido de sus sorbos y los ruidos húmedos y obscenos llenaron el aire, mezclándose con los sonidos naturales del bosque que los rodeaba.
Las caderas de Álvaro comenzaron a moverse, follándole la cara, con la respiración entrecortada. «Así, mamá», jadeó. «Chúpame la polla. Lo haces muy bien».
Laura se apartó, con un hilo de saliva conectando sus labios con su polla. «Sabes muy bien, Álvaro», dijo con voz ronca por el deseo. «Me te comería». Dicho esto, volvió a bajar los labios sobre su miembro, dejando escapar un pequeño gemido mientras reanudaba su trabajo en su polla.
«Oh, joder», gimió Álvaro unos minutos más tarde. «Sí, mamá, estoy a punto. Creo que me voy a correr».
Laura redobló sus esfuerzos, felando a su hijo con todas sus fuerzas. Álvaro gruñó, dejando escapar un grito mientras agarraba el pelo de su madre y la empujaba hacia él mientras eyaculaba, lanzando una impresionante corrida en su ansiosa garganta.
Retirando lentamente los labios de la polla de Álvaro, Laura abrió la boca, mostrándole a Álvaro el semen que había capturado antes de echar la cabeza hacia atrás y tragarse hasta la última gota.
«Qué rico», sonrió mientras se ponía de pie y se arreglaba la ropa, con una sonrisa de satisfacción en el rostro. «Me ha gustado mucho».
«A mí también», respondió Álvaro. «Estoy deseando que llegue la próxima vez».
Al instante siguiente, la mujer se despertó en la cama, tumbada junto a su marido dormido, sintiéndose confundida y disgustada consigo misma. Apenas podía mirar a Álvaro a los ojos mientras desayunaban. ¿Cómo había podido soñar algo tan vulgar con su hijo? Había tenido sueños eróticos en el pasado, y en algunos incluso aparecían hombres que no eran su marido. ¿Pero esto? Imaginarse a sí misma de rodillas, complaciendo la enorme polla de su hijo, era casi suficiente para revolverle el estómago. Las madres no piensan así de sus hijos.
La noche siguiente, Álvaro volvió a aparecer en el sueño de Laura. Esta vez era aún más lascivo que antes. Al principio, el sueño era muy parecido al de la noche anterior, con Laura de rodillas chupando la polla de Álvaro. Pero en lugar de despertarse después de la mamada, esta vez Laura se inclinó sobre un tocón en el sendero, se bajó las bragas y le rogó a Álvaro que la follara.
««Más fuerte», exigió Laura mientras su hijo le follaba el coño, con la voz convertida en un gruñido gutural. «Dámelo más fuerte». Una y otra vez le rogó a Álvaro que la follara más y más fuerte. Utilizó la palabra «más fuerte» tantas veces en su sueño que al día siguiente casi escupió el café cuando oyó a Álvaro utilizarla en un contexto completamente ajeno e inocente.
Laura se esforzaba por comprender por qué tenía sueños así. Nunca había pensado en su hijo de una manera tan depravada y sexual. Y ni siquiera era Álvaro quien la seducía o la obligaba a tener sexo en sus sueños. Era ella quien se le insinuaba. Era casi como si sus sueños formaran parte de una realidad alternativa en la que deseaba desesperadamente a su hijo. Todo le parecía tan incorrecto, y Laura esperaba con desesperación que lo que fuera que le provocaba esos sueños obscenos pasara pronto.
Esa noche, después de dormirse, Laura se encontró sentada en un banco de su iglesia. Era una hermosa mañana de domingo y Laura llevaba puesto su vestido azul favorito, uno que solía ponerse los domingos como ese. Hizo todo lo posible por concentrarse en el mensaje del pastor, pero rápidamente se encontró mirando a Álvaro, que estaba sentado a su lado en el banco.
Álvaro se veía absolutamente delicioso con su camisa abotonada y sus pantalones de vestir. Laura sintió que algo se despertaba en su interior, un deseo fuerte y profundo que le hizo esbozar una sonrisa sensual. Echó un vistazo a su marido, que estaba escuchando atentamente el sermón. Cuando volvió a posar la mirada en su hijo, Laura sintió que su excitación aumentaba y decidió dejar que el cosquilleo en su coño guiara su siguiente movimiento.
Álvaro estaba intentando escuchar el sermón cuando sintió un ligero golpecito en el hombro. Al mirar, sus ojos se encontraron con la mirada hambrienta de su madre. Laura señaló hacia la parte trasera de la iglesia, luego se levantó en silencio y se deslizó junto a su marido hacia el pasillo. Con una ceja levantada, Álvaro la siguió.
El baño de la iglesia estaba en penumbra y el olor a azulejos viejos y jabón barato flotaba en el aire. Laura casi arrastró a Álvaro al interior de la pequeña habitación y cerró la puerta con llave.
—Mamá, ¿qué estás haciendo? Álvaro preguntó, con voz entre confundida y expectante.
Laura se volvió hacia él, con los ojos llenos de un deseo voraz. «Te necesito, Álvaro. Aquí y ahora». Extendió la mano, le agarró la entrepierna y notó cómo se le endurecía bajo su tacto.
Álvaro soltó un grito ahogado, mezcla de sorpresa y deseo. «Mamá, estamos en una iglesia», susurró, pero sus protestas fueron débiles. Laura lo veía en sus ojos: él también lo deseaba. El cuerpo de Álvaro comenzó a responder a ella, su polla tensándose contra los pantalones.
Laura le bajó la cremallera y metió la mano para sacar su miembro grueso y duro. «No me importa dónde estemos. Necesito tu polla». Lo acarició con la mano, firme y segura. Álvaro se recostó contra el lavabo, respirando entre jadeos entrecortados.
«Joder, mamá», gimió, empujando las caderas contra la mano de ella. Laura sonrió a su hijo y se arrodilló. Un instante después, la mujer se lo había metido en la boca. Lo chupó con fuerza, con los labios y la lengua llevándolo al frenesí. Álvaro se agarró al lavabo, con los nudillos blancos y el cuerpo temblando por el esfuerzo de contenerse.
Justo antes de que Álvaro pudiera correrse, Laura redujo el ritmo y se apartó de él con una sonrisa lasciva. Se puso de pie y se limpió la boca con el dorso de la mano.
—Fóllame, Álvaro. Fóllame fuerte.
Álvaro sonrió a su madre. Un instante después, la giró y la empujó contra la pared. Le subió el bonito vestido y le bajó las bragas con brusquedad. Laura jadeó, arqueando la espalda cuando él le pasó un dedo por la húmeda raja. «Estás tan mojada, mamá», gruñó él, deslizando un dedo dentro de ella.
«Por favor, Álvaro. Fóllame», suplicó Laura, sin aliento. Álvaro alineó su polla y la penetró con una fuerte embestida. Laura dejó escapar un gemido apasionado.
Álvaro se giró y le tapó la boca con la mano. «Más te vale bajar el tono, puta», le gruñó al oído mientras le daba otra embestida fuerte. «A menos que quieras que toda la congregación sepa que solo eres un juguete sexual para tu hijo».
Laura dejó escapar otro gemido ahogado en la mano de Álvaro mientras él comenzaba a embestirla con fuerza. Una y otra vez sus caderas golpeaban contra su culo, cada embestida era dura y profunda. El sonido de sus carnes chocando llenaba la pequeña habitación, mezclándose con sus respiraciones entrecortadas y sus gemidos ahogados. Álvaro deslizó la mano hacia abajo, palpando las tetas de Laura a través del vestido. Con la otra mano le rodeó la cintura, encontró su clítoris y lo frotó al ritmo de sus embestidas. El cuerpo de Laura se tensó al sentir cómo se acercaba el orgasmo. De repente, se corrió con fuerza, sus músculos internos apretándose alrededor de él mientras el orgasmo la recorría en oleadas.
Álvaro gruñó, sintiendo cómo se acercaba su propio orgasmo. «Oh, joder, mamá», gimió. «Me voy a correr. ¡Me voy a correr dentro de ti, aquí mismo, en la iglesia!».
Él la penetró unas cuantas veces más antes de que el placer lo empujara al límite. Con una embestida más, se hundió hasta los testículos dentro de su madre, con el pene palpitando mientras se corría profundamente dentro de ella. Laura dejó escapar un gemido, disfrutando de la sensación de su semen llenándola. Permanecieron así durante un momento, con los cuerpos apretados, recuperando lentamente el aliento, mientras las manos de Álvaro liberaban a Laura de su abrazo.
Laura lo apartó suavemente y se volvió para mirarlo. Se arregló la ropa, con una pequeña sonrisa de satisfacción en los labios. «Qué chico tan travieso», dijo, con una voz apenas audible.
Álvaro sonrió, metiéndose los pantalones. «Oye, tú empezaste», dijo con una sonrisa b